Cuando la mente se va, pero el cuerpo se queda

¿Te ha pasado que estás en una plática y de repente te das cuenta de que no estás ahí de verdad? Tu cuerpo está presente, respondes con gestos automáticos, pero tu mente está en otro lado, como buscando respuestas o un lugar donde estar tranquila. Nos pasa, incluso con personas cercanas. ¿Por qué será?

No siempre es por falta de interés. A veces, el corazón anda lleno de ruido: pendientes, emociones revueltas, mil cosas que no hemos acomodado. Es como tener un cuarto todo desordenado en la cabeza, donde ni la calma se puede encontrar. Y aunque alguien nos hable con intención, con palabras que merecen atención, simplemente no podemos quedarnos. La mente se va... aunque el cuerpo siga aquí.

Otras veces, la conversación no nos mueve. No porque no sea importante, sino porque no sentimos conexión. Es esa sensación de que nuestras ideas no importan o que nuestras emociones no tienen lugar. En vez de interrumpir o decir lo que sentimos, optamos por quedarnos callados y, en silencio, nos vamos lejos.

Y claro, también puede ser una forma de escapar. Escapar del presente que duele, de la rutina que pesa o de una incomodidad que no sabemos ni cómo explicar. Mientras alguien habla, nuestra mente construye un pequeño refugio donde aguantar el momento.

Pero estar ausente no siempre es tirar la toalla. A veces es una señal de que necesitamos un descanso, un tipo de charla diferente, o simplemente que nos escuchen también. Porque cuando alguien habla desde el corazón, con interés genuino y empatía, algo en nosotros despierta. Volvemos al presente, y esta vez escuchamos, no solo con los oídos, sino con el corazón.

Referencias

Mendoza, A.A. (2025, abril 4). Una pareja sentada en una banca mientras llueve [Imagen digital editada]. Imagen original generada con DALL·E

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