Caminos de aire: Cuando no vemos lo que hicimos - Cuento Corto
Era fin de semana, todo parecía normal para Kiara. Estaba sentada en la sala de espera de un hospital, pero su cara decía otra cosa: estaba tensa y preocupada. Pasaron horas hasta que por fin salió el doctor, y no traía buenas noticias. Habló con ella en privado, y lo que le dijo la dejó helada.
—Señora Kiara, necesito hablar con usted a solas —dijo el doctor, señalando un pasillo.
Kiara asintió, dejando a su hija sentada en la sala. Al llegar al pasillo, el médico suspiró antes de hablar.
—Su hija tiene asma severa, pero ahora está presentando una crisis complicada. Su capacidad pulmonar está muy reducida, y necesitamos trasladarla a un hospital mejor equipado para estabilizarla. Aquí no contamos con la tecnología necesaria para tratar este nivel de gravedad.
—¿Qué? ¿Cómo pasó esto? ¡Mi hija nunca había estado así de mal! —exclamó Kiara, con la voz temblorosa.
—El asma puede empeorar por varios factores: la contaminación, el estrés, incluso una infección respiratoria. Si no se atiende correctamente o si se expone a desencadenantes, puede volverse crítico. Ahora mismo, cada minuto cuenta.
El doctor colocó una mano en el hombro de Kiara.
—Necesita actuar rápido, señora. Su hija está en riesgo.
Kiara sintió como si le arrancaran el piso bajo los pies... Sin pensarlo dos veces, Kiara agarró a su hija y salió corriendo del hospital para buscar un taxi. Pero ahí empezó el desastre: los taxistas no querían ir lejos, solo aceptaban trayectos cortos. Desesperada, trató de tomar un autobús, pero justo ese día había una protesta y las avenidas principales estaban bloqueadas. Después de esperar un rato, por fin vio venir uno. Sin pensarlo, corrió para subirse.
Ya arriba, el viaje se convirtió en una pesadilla. Una hora y media después, el calor era insoportable, y Kiara estaba empapada en sudor. Todos los pasajeros estaban de mal humor, gritando porque el autobús no avanzaba. En medio del caos, un coche intentó meterse a la fuerza, bloqueando por completo el paso del autobús. Los conductores comenzaron a gritarse, y otros automovilistas empezaron a tocar el claxon como si eso fuera a ayudar.
De repente, un tipo en un auto deportivo se hartó, aceleró como loco y pasó rozando el autobús. El golpe fue leve, pero suficiente para hacer un ruido que asustó a todos. El conductor del autobús se bajó furioso y empezó a discutir con el del deportivo. Mientras tanto, otro carro aprovechó para intentar colarse en la fila, pero quedó atorado, bloqueando aún más el tráfico. Los insultos volaban de un lado a otro, y algunos pasajeros empezaron a bajarse del autobús para caminar.
Kiara, viendo que el caos no terminaría pronto, decidió hacer lo mismo. Agarró a su hija, que apenas podía respirar, y se bajó corriendo. Por el camino, esquivaba coches que se movían apenas unos centímetros cada minuto. Los gritos, los claxons y el calor hacían todo más estresante, pero Kiara no podía detenerse.
Mientras caminaba, iba pensando en cómo había llegado a esto. Cuando era más joven, había sido muy rebelde. Salía de fiesta todo el tiempo, bebia alcohol sin medida y no pensaba en el futuro. Su hija siempre quedaba en segundo plano.
Recorrió cinco hospitales, ¡cinco! antes de que por fin en uno decidieran atenderla.
Cuando todo terminó, Kiara salió al jardín del hospital, encendió un cigarro y rompió en llanto. No podía creer lo difícil que había sido ese día. Se quejaba de los hospitales, del mal trato, del sistema, pero en el fondo sabía que parte de esto era culpa de sus propias decisiones.
Reflexión
A veces nos quejamos de todo lo que está mal en el mundo: los gobiernos, el sistema, las empresas. Pero rara vez miramos hacia adentro y reconocemos que nuestras propias decisiones también tienen un impacto.
Referencias
ChatGPT. (2025).
Kiara, con su hija pequeña en un ambiente abarrotado de gente [Imagen generada por IA].
OpenAI.
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