El Jardín de los Recuerdos - Cuento Corto


Mendoza Salazar Veces visto
Palabras Clave:

En un pequeño pueblo, envuelto en la penumbra de las montañas, vivía una joven llamada Lizz. Su jardín era un refugio de ensueño, un lugar donde cada flor susurraba secretos de tiempos pasados. Las rosas rojas, como rubíes sangrientos, guardaban los ecos de amores perdidos; los lirios blancos, pálidos como fantasmas, susurraban promesas de paz; y los girasoles, dorados como el sol moribundo, irradiaban una alegría efímera.

Una noche, bajo la luz espectral de la luna, Lizz descubrió una rosa marchita. Era un símbolo de un amor que había perecido, un amor que aún atormentaba su corazón. Con una tristeza que rozaba la locura, Lizz dedicó sus días y noches a revivir la flor, pero sus esfuerzos fueron en vano. La rosa, como un espectro del pasado, se negaba a florecer de nuevo.

Desesperada, Lizz buscó al anciano sabio que habitaba en las montañas, un hombre cuya sabiduría era tan profunda como los abismos de la noche. El anciano, con ojos que parecían ver más allá del velo de la realidad, escuchó la historia de Lizz y, tras un largo silencio, habló con voz grave y resonante:

—Lizz, el apego es una cadena que nos ata a las sombras del pasado. Tu jardín es un lugar de belleza, pero si te aferras a una flor marchita, no permites que nuevas flores, con sus propios misterios y encantos, crezcan y florezcan.

Lizz, con el corazón pesado, reflexionó sobre las palabras del anciano. Con lágrimas que brillaban como diamantes bajo la luz de la luna, se despidió de la rosa marchita, agradeciendo los recuerdos que representaba. Al amanecer, en el lugar donde yacía la rosa, comenzó a brotar una nueva flor, una flor de colores tan vivos que parecían desafiar la misma oscuridad.

Con el paso del tiempo, Lizz aprendió a soltar los recuerdos que la encadenaban y a abrirse a nuevas experiencias. Su jardín, antes un lugar de melancolía, floreció con una vida y un color que desafiaban la misma muerte. Lizz comprendió que el verdadero amor y la felicidad no se encuentran en aferrarse a las sombras del pasado, sino en vivir plenamente el presente y permitir que la vida siga su curso inexorable.

Y así, el jardín de Lizz se convirtió en un símbolo de renovación y esperanza, un recordatorio de que al soltar el apego, abrimos espacio para que nuevas y hermosas flores crezcan en el jardín de nuestra existencia.

Referencias

Daka. (2023, agosto 01). Pelirroja De Pelo Largo Alejándose De Una Mesa De Picnic Decorada Con Flores [Fotografía]. Pexels. https://www.pexels.com/es-es/foto/pelirroja-de-pelo-largo-alejandose-de-una-mesa-de-picnic-decorada-con-flores-17813883/


El Jardín de los Recuerdos - Cuento Corto está marcado con una Licencia de Dominio Público CC0 1.0 Universal

Comentarios